lunes, 18 de agosto de 2025

La Experiencia del Placer, parte 1

 

Tomado del Libro de Alexander Lowen, 1970.. Ed. Paidós Ibérica, S.A. 1994.

La Experiencia del Placer

El placer no está dentro de la esfera de lo que el hombre puede regir o controlar. Según Goethe es el don de Dios para aquellos que se sienten identificados con la vida y se alegran con su esplendor y belleza. A su vez, la vida los dota de amor y gracia. Pero Dios les advierte a sus hijos no caídos y verdaderos creyentes: Aunque el placer es efímero e insignificante, consolidadlo en vuestras mentes, ya que contiene el significado de la vida.

 Y sin embargo, a la mayoría de las personas, la palabra placer les evoca sentimientos mezclados. Por una parte, en nuestras mentes está asociada a la idea de “bien”. Las sensaciones placenteras hacen sentir bien, la comida que nos brinda placer sabe bien y se dice que un libro cuya lectura nos produce placer es un buen libro. Sin embargo, la mayoría de las personas considerarían una vida dedicada al placer como un desperdicio.

Nuestra reacción positiva frente al placer está con frecuencia rodeada de temores. Tememos que el placer, si no se lo controla, lleve a una persona por caminos peligrosos, la haga olvidar sus deberes y obligaciones e inclusive corrompa su espíritu. Para algunos el placer tiene una connotación lasciva; especialmente el placer carnal, que ha sido siempre considerado como la mayor tentación del diablo. Para los calvinistas la mayoría de los placeres eran pecaminosos.

En nuestra cultura, el temor al placer es general. Estamos más orientados hacia el ego que hacia el cuerpo; en consecuencia, el poder se ha convertido en el principal valor, mientras que el placer ha sido relegado a la categoría de valor secundario. La ambición del hombre moderno es dominar el mundo y controlarse a sí mismo. Al mismo tiempo, teme que esto no sea posible y duda de que, en caso de lograrlo, sea para su bien. Sin embargo, dado que el placer es la fuerza sustentadora y creativa de su personalidad, su esperanza (o ilusión) es que el logro de estos objetivos haga posible una vida de placer.

En consecuencia, su ego lo lleva a perseguir metas que le prometen placer pero le exigen que lo niegue. La situación del hombre moderno es similar a la de Fausto, que vendió su alma a Mefistófeles por una promesa que no podía ser cumplida. Aunque la promesa de placer es la tentación del diablo, el placer en sí mismo no está dentro de lo que éste puede dar.

La historia de Fausto no es hoy menos significativa que en la época de Goethe. Como señala Bertram Jessup en el prefacio de su traducción de Fausto al inglés: “Entre la magia del siglo dieciséis y la ciencia del siglo Veinte no hay ruptura en la ambición o intención de dominar y controlar la vida. En todo caso, su importancia ha crecido a medida que declinaba la autoridad moral de un Dios omnipotente”. Elias Canetti dice: “El hombre ha robado a su propio Dios”. Ha obtenido el poder de condenar y destruir, poder que antes era la prerrogativa de una deidad castigadora. Con este poder aparentemente ilimitado y sin una fuerza que lo frene, ¿qué evitará que el hombre se destruya a sí mismo?

Debemos ser conscientes de que todos nosotros, al igual que el Doctor Fausto, estamos dispuestos a aceptar los incentivos del diablo. El diablo está dentro de cada uno de nosotros en la forma de un ego que promete la satisfacción del deseo a condición de que nos hagamos subordinados suyos en su lucha por dominar. El dominio de la personalidad por el ego es una perversión diabólica de la naturaleza humana. El ego nunca estuvo destinado a dominar el cuerpo, sino a ser su siervo leal y obediente. 

Elcuerpo, en contraposición al ego, desea el placer, no el poder. El placer es la fuente de la que surgen nuestros sentimientos y pensamientos positivos. Si se priva a un individuo del placer corporal, éste se torna iracundo, frustrado y odioso. Se distorsiona su pensamiento y pierde su potencial creativo. Desarrolla actitudes autodestructivas.

El placer es la fuerza creativa de la vida. Es la única fuerza suficientemente poderosa como para contrarrestar el potencial destructivo del poder. Muchas personas creen que este rol le corresponde al amor. Pero si el amor ha de ser algo más que una palabra, deberá apoyarse en la experiencia del placer. En este libro mostraré cómo la experiencia del placer o del dolor determina nuestras emociones, nuestro pensamiento y nuestra conducta.

Hablaré de la psicología y de la biología del placer y exploraré sus raíces en el cuerpo, en la naturaleza y en el universo. Así comprenderemos que el placer es la clave para una vida creativa.

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