martes, 8 de enero de 2019

¿Qué nos hace falta? parte 12

EL MIEDO A LA DEBILIDAD

Una vez que uno piensa en términos de poder, sólo queda la lucha por más poder. El poder no sirve para superar nuestra inferioridad, ni para aliviar el sentimiento interno de humillación, ni para proporcionar una potencia orgástica. Sólo sirve para negar estos sentimientos. Así que por su propia naturaleza, el poder incrementa el narcisismo de la persona y refuerza su inseguridad subyacente. De muchas maneras, el poder constituye la negación de la propia humanidad.
Una cierta debilidad es parte de la condición humana. Nos necesitamos mutuamente para contrarrestar la obscuridad, para resguardarnos del frío, para dar un sentido a la existencia. Los seres humanos somos criaturas sociales. Es con los demás como encontramos la calidez, la excitación y el reto de la vida. Y sólo dentro de la comunidad humana nos atrevemos a enfrentar lo desconocido que provoca miedo.

Los narcisistas no son la excepción y también necesitan a la gente, pero no se atreven a reconocer esta necesidad.
El pedir ayuda sería como volver a abrir la herida narcisista sufrida en la infancia, cuando, débiles y dependientes, fueron usados por los padres que tenían el poder.
El poder, según el narcisista, permite que uno obtenga contacto humano sin peligro de ser usado. Con el poder, uno puede atraer a los demás. En el interior de sus mentes, se consideran superiores y creen que no necesitan a nadie.

El esfuerzo terapéutico tiene como propósito ayudar a que los pacientes se abran y acepten sus sentimientos. Eso significa que deben aprender a ceder el control. Deben aprender a dejar que sus sentimientos y sus emociones los conmuevan, incluso, a dejarse llevar por sus respuestas emocionales, de otra manera nunca conocerán la gloria del amor y la exhuberancia del gozo.
Y este es el dilema: es precisamente este miedo a dejarse llevar por el sentimiento lo que frena a los narcisistas. Les origina un miedo a la locura, contra la cual movilizarán todas sus defensas. En las mentes de estos pacientes, el perder el control de sí mismo se equipara con volverse loco.

Seducción y manipulación
Es evidente que los narcisistas necesitan el poder para inflar la imagen de sí mismos, ya que sin él se vendría abajo como un globo vacío. Pero ¿Cómo desarrolla uno tal imagen grandiosa de sí mismo? ¿Qué sucede que destruye
la inocencia del niño, y más aún, lo despoja de su yo corpóreo y lo coloca en .
la posición especial de sentirse superior?
La secuencia de eventos sigue un orden preciso. Primero viene la experiencia humillante de no tener poder. Luego el proceso de seducción, en el cual se hace que el niño se vea como alguien especial. Un elemento adicional y que comúnmente acompaña a la humillación, es el rechazo. Después de ser rechazado y humillado, es más fácil que se seduzca al niño para que esté al servicio del padre o de la madre.

¿Qué quiero decir con seducción? La palabra proviene del latín seducere, “conducir aparte”. Decimos que la gente es seducida para que abandone su fe, sus principios y su lealtad. Es el empleo de palabras y promesas falsas para conseguir que la otra persona haga lo que de otra manera no haría.
Si consideramos al hombre macho, con su manifestación exagerada de virilidad, nos damos cuenta de que está siendo seductor, aunque no lo acepte.   Cualquier hombre que depende de una imagen para atraer a la mujer, no es sexualmente potente. 
La seducción siempre es una traición. Y esta traición es más dañina en la relación padre-hijo, en la cual es básica la confianza.

El significado de ser especial
La promesa de ser considerado alguien especial es el sueñuelo que emplean los padres en su esfuerzo por moldear al hijo de acuerdo con su imagen de lo que un hijo debe ser.
Para algunos padres, un hijo debe tener éxito en el mundo, a menudo como compensación por la sensación de fracaso del progenitor.

Con demasiada frecuencia, los padres buscan en sus hijos el afecto y el apoyo que sus propios padres no les dieron y que no obtienen de sus cónyuges. Igualmente, parece que muchos padres tienen la necesidad de ser superiores a sus hijos - para compensar la inferioridad que sintieron cuando eran pequeños y por lo cual todavía sufren inconscientemente. Los padres tienden a identificarse con sus hijos y a proyectar en ellos sus anhelos y deseos insatisfechos.
Por su parte, los hijos quieren ser libres - libres para crecer de acuerdo con su propias naturalezas. Esperan que sus padres estén allí para ellos, y no lo contrario. Cuando unos y otros están planteándose exigencias, rápidamente surge una situación de conflicto.

La seducción es una táctica que se emplea cuando el ego del niño se ha desarrollado al grado en que puede entender el trato. Evidentemente, el trato consiste en que se tratará o se considerará como especial al hijo si se somete al progenitor.
El ser alguien especial colorea la imagen y la pone más allá del alcance de lo común. Sin embargo, los valores asociados con la imagen son ilusorios; no hay superioridad o fuerzas reales en una imagen. Las virtudes reales pertenecen al ser íntimo, a lo humano de la persona, no a su imagen.
La actitud caracterológica del narcisista está compuesta por sentirse especial y superior, pensarse por encima del cuerpo y desaprobar o negar el sentimiento.
La negación del sentimiento se aplica especialmente a los sentimientos sexuales. La naturaleza inferior se refiere directamente a la parte inferior del cuerpo y sus funciones. Los actos de defecar, orinar y la sexualidad adquieren el estigma de sucios. Es posible que la desaprobación tenga sus raíces en el rechazo que la madre tiene hacia su propio cuerpo y a su naturaleza animal, que luego se hace extensivo al cuerpo del niño. Pero el hecho de desaprobar un sentimiento sexual no significa que desaparezca.

LA CASTRACIÓN PSICOLÓGICA
Suprimir los sentimientos sexuales mediante la tensión crónica de la musculatura pélvica constituye realmente una castración psicológica. En otras palabras, significa la pérdida de la sensibilidad sexual en el cuerpo, especialmente en la pelvis, aunque se mantiene la sensibilidad en los genitales. Es la limitación de la respuesta orgástica.
Para volver a tener sensibilidad sexual en la pelvis, debe percibirse la tensión en esa zona y experimentar el miedo a la castración que eso representa.
El placer y la satisfacción sexual dependen de la descarga de la excitación y de la liberación de la tensión. El hombre debe rendir su erección para alcanzar el orgasmo. El énfasis en la potencia erectiva en vez de la orgástica proviene del compromiso de estar allí para la mujer. La satisfacción sexual propia se vuelve secundaria.
El narcisista utiliza el sexo como una defensa contra los sentimientos, los de necesidad de amor, el miedo al rechazo, la impotencia orgástica. Emplean el sexo como un substituto del amor y la intimidad. Tienen miedo a la intimidad, porque en ella se requiere que el yo se manifieste tal cual es. No se puede tener intimidad y a la vez ocultarse detrás de una máscara o una imagen.
En consecuencia, el sexo se vuelve un acto mecánico entre dos cuerpos, mientras que los sentimientos son provocados por alguien que sólo existe en la fantasía y hacia ese ser fantástico se dirige la respuesta afectiva.

El propósito del análisis bioenergético es lograr la plena individualidad, lo que abarca la conciencia de sí mismo, la expresión propia y la posesión de sí mismo. El estar consciente de sí mismo significa estar en completo contacto con el cuerpo, pero esto sólo es posible si la persona logra claridad respecto de las motivaciones inconscientes de la conducta. La expresión propia denota la capacidad de percibir y expresar todos los sentimientos, mientras que la posesión de sí mismo significa que uno puede controlar conscientemente dicha expresión. Toda tensión muscular crónica impide esas tres funciones. El trabajo con el cuerpo tiene como objetivo ayudar a que la persona sienta ese bloqueo, lo entienda y lo desate. Esto es un proceso continuo, ya que la liberación de la tensión ocurre gradualmente al ir aprendiendo el organismo a tolerar e integrar los niveles de excitación mayores asociados con sentimientos más intensos.

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