miércoles, 13 de septiembre de 2017

Cuenta Contigo, parte 19


19
Ni tóxicos, ni víricos, ni mala gente


Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo 
más íntimo a los chismosos, a los envidiosos,  
a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, 
a los mediocres en fin, a gente tóxica, a personas 
equivocadas que permanentemente evalúan lo que 
decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos o 
no hacemos.

Bernardo Stamateas


¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que te contagian de lo negativo. Ira, prisas, problemas, rencores, frustraciones… te llegan a convencer de que el mundo es un lugar hostil, que las personas son amenazas, que tienes que estar protegiéndote, y poco a poco, te vas dejando llevar, tomando decisiones en contra de tu escala de valores y sintiéndote cada ves más desdichado.
Llegará un momento en que les eches la culpa de tu desdicha, y entonces te habrás convertido en uno de ellos.
Los siguiente consejos te permitirán identificar a las personas víricas y actuar de forma adecuada en esa situación.

Muchas de las personas que llegan a mi consulta manifiestan estar tristes sin saber porqué. Profundizando un poco me doy cuenta de que las personas  que conviven a su alrededor son parásitos. En una relación de simbiosis, ambos salen beneficiados de la relación; pero cuando topas con un parásito, se lleva lo mejor de ti para dejarte marchito.

No puedes cambiar a la gente que tienes a tu alrededor, salvo que lo pidan explícitamente. Pero lo que sí puedes es decidir con qué gente relacionarte. Elegir a las personas que te convienen es un signo de madurez. Las personas que convienen no son las que en un futuro podrían echarte la mano, sino aquellas que comparten una misma escala de valores. Solo con ellas serás capaz de ser tú mismo.

Debes estar atento a las diferentes tribus víricas urbanas: los controladores, los manipuladores, los tiranos, los que te complican la vida solo por fastidiar, los victimistas, los incontrolados y desinhibidos, y los chupópteros y trepas.

Los controladores

Son los que eligen por ti qué comer, cómo vestirte, con qué amigos debes salir y cómo debes hacer las cosas. Hay personas con tanta necesidad de control que controlan sus horarios, su trabajo, su ocio, su deporte… y por ello necesitan controlar a los demás. La madre controladora te llama varias veces al día. Si no la atiendes, puede ponerse nerviosa y pensar que te ocurre algo, o peor aún, hacerte chantaje emocional y acusarte de que tienes tiempo para todos menos para ella.

Tus mejores controladores puedes encontrarlos en madres, padres y parejas. La afinidad de parentesco lleva a creer que tienen derecho a saber todo de ti, a decidir qué es bueno para ti, y la mayoría de las veces sin previa consulta.

Consejo: no hagas concesiones. Cada ves que las haces sientas un precedente que será difícil de borrar. Muchas veces hay que ceder para facilitar la convivencia, pero no permitas que estas concesiones tengan que ver con traicionar tu escala de valores. Rechaza la propuesta de tu pareja de cambiarte de ropa si estimas que la que llevas es la oportuna. Con un simple: “Gracias, agradezco tu consejo, pero me encanta cómo voy vestida”; es suficiente.

Los manipuladores

Te dicen lo que tienes que hacer, te comparan, te ponen mala cara porque no estudias lo que ellos han sugerido. Madres y padres frustrados que no pudieron elegir la vida que querían, pero que tratan de proyectarla a través de sus hijos. Les trasladan sus deseos, sus frustraciones y copian el modelo educativo erróneo basado en la manipulación con el que fueron ellos educados, a sabiendas de que también sufrieron.

La frase preferida de los manipuladores es “Pues, tú sabrás lo que haces”; o “Allá tú”. Son frases que lejos de educar en la responsabilidad, lo hacen en la amenaza y el reproche, porque seguirá el archiconocido “Te lo dije”, cuando fracasas tal como predijo el manipulador.
El manipulador insiste mucho en que lo hace por tu bien. El bien realmente es el suyo, más que el tuyo.

En la tribu de manipuladores se encuentran muchos padres y madres; parejas; hijos que tratan de hacerte sentir mal; compañeros de trabajo que se disfrazan con piel de cordero para obtener lo que desean, o jefes que te animan a que trabajes más para un supuesto ascenso. También hay amigos manipuladores que tratan de que siempre se haga al plan atractivo para ellos.

Consejo: escucha, analiza y valora lo que te piden, pero luego decide tú. Al fin y al cabo, tu vida la estás viviendo tú. Si dejas que te influencien, llegará un momento en el que, si esas decisiones no coinciden con tus deseos, te sentirás desgraciado.

No busques contentar a tu entorno, porque ellos podrán ser felices pero tú no. La vida tiene sus riesgos, sus fracasos, pero también sus momentos de gloria. Vivir la vida de otros es la mejor manera de hipotecar tu felicidad.
No se trata de rechazar todo por sistema, pero sí de que seas tú el que tengas la decisión final. Así tampoco podrás responsabilizar a los demás de tu estado anímico, no podrás decir: “Soy un infeliz porque me obligaste a estudiar lo que no me gustaba”.

Los tiranos

En esta tribu, sobre todo, puedes encontrarte con jefes y con hijos. Se permiten ser tiranos aquellas personas que saben que las necesitamos. Y esto porque pensamos que no podemos reaccionar de otra manera con ellas.
Los jefes tiranos no respetan el convenio. Muchos de ellos son adictos al trabajo, no concilian su vida familiar, y pretenden que tú te desquicies de la misma manera. Tienes que estar siempre a su disposición y seguir su ritmo de trabajo. Saben que dependes del salario, que lo necesitas y que tu poder de reacción es nulo.

Los hijos tiranos valoran poco lo que haces y lo que inviertes en ellos, y están continuamente pidiendo más. Nunca tienen suficiente, y tú, porque les quieres y con tal de que no se frustren, terminas cediendo a su tiranía.

Consejo: pon límites y ponlos siempre. Transmite de forma educada y serena lo que no es justo, lo que no te corresponde o lo que no es negociable. Si tratas de razonar con ellos, la mayoría de las veces les dará igual. Ellos comprenden solo su idioma, no el tuyo.
Sé que en el ámbito laboral esto es más complicado porque dependes de tu trabajo. Si no hay modo de que te defiendas, ve buscando un trabajo nuevo.

Los que te complican la vida solo por fastidiar

Hay personas que sufren con tu felicidad. Por algún motivo están amargados y necesitan que todos sientan lo mismo. Esta tribu la representan compañeros de trabajo y, sobre todo, algunos ex.
Su envidia, resentimiento o frustración no la calman buscando ayuda psicológica, practicando deporte o hablando con sus amigos. La calman cuando te complican la vida.
No tienen a su alcance la benevolencia, la flexibilidad y el ser buenas personas.

Consejo: no entres a su dinámica. La mejor arma es la indiferencia, hasta cierto punto, porque no puede llevarte a perder derechos y hacer concesiones con tal de no oírlos. Expresa tus ideas y pon límites, les guste o no. Y trata de dejar las cosas por escrito. Con ellos puedes que tengas problemas de palabra, porque cuando dicen “digo”, luego dicen “Diego”. (216)

Los victimistas

Aquí entran todos: amigos, familia, compañeros, hijos, pareja, la tendera… todos pueden ser victimista. Tú llegas con ganas de verles, y terminas el encuentro con ganas de tirarte por la ventana. Solo hablan de lo mal que va todo, de los problemas que tienen, de las desgracias y enfermedades de otros. Podrían ser redactores del Alarma.

Muchos de ellos terminan somatizando tanta negatividad. Es normal, si continuamente están pendientes de lo que no funciona, su sistema nervioso se altera.
Piden mucha ayuda, antes de pensar en sus propias soluciones. Están acostumbrados a que les resuelvas la papeleta y tú a tirar del carro.  

Consejo: no les refuerces su discurso. Reforzar significa prestarles atención, escucharles de más, darles la razón. Pídeles que te hablen de soluciones, más que de problemas. Que traten de aprender a ver el lado positivo, cómico y bueno de la vida. Necesitan tomar decisiones y actuar, en lugar de esperar a que llegue el Mesías a salvarles la vida.

Corta su discurso catastrófico, diles que te sienta mal escuchar tanta negatividad. Y cuando hablen de cosas positivas, préstales atención. Enséñales que se puede tener una conversación hablando también de lo que funciona.

Los incontrolados y desinhibidos

Tienen que decir lo que piensan, pase lo que pase. No piden permiso, creen que la sinceridad no tiene límites, y en su nombre pueden ofender, humillar e incluso ridiculizar a la persona.
Los desinhibidos suelen tener mucha confianza en la relación, a pesar de que esa confianza pueda no ser recíproca.
El problema de la desinhibición verbal radica en la falta de un filtro mental. El sistema reflexivo nos permite analizar qué tipo de pensamientos se pueden compartir y cuales no.

Las personas, antes de hablar, debemos analizar las consecuencias de nuestras palabras, cómo formularlas de forma adecuada y si van a servir para algo. Y también ser consciente de que estar enojado no te da derecho para hablar con rabia. Rabia es lo que sientes, pero no tiene por qué ser la forma de expresarte.

Consejo: frena a quien te esté faltando el respeto. No permitas que se desahogue contigo, no eres un cubo de basura. Puedes decirle algo así como: “Imagino que debes estar enfadado, pero me gustaría hablar contigo en otro momento en el que podamos hacerlo de forma tranquila”, o “¿Estás seguro de que yo quiero escuchar tu consejo?”.
Las personas tienen derecho a expresar su enfado contigo, pero de una forma correcta y no ofensiva. Sea cual sea el motivo, pide respeto. Lo fácil para ellos es comportarse y hablarte desde su zona confortable, que suele ser la desinhibición y la agresividad. Y si, a pesar de tu petición de respeto, continúan con la dinámica, diles que vas a abandonar el lugar, no permitas que te humillen.

Los chupópteros y trepas

Estos lo quieren todo a tu costa. Se cuelgan tus medallas, te copian sin citarte y se apropian de tu trabajo y tus ideas.
El chupóptero y trepa espera tu caída para subir él porque no tiene la suficiente formación. Por eso, por sí mismo, no puede superarte. Necesita tu error, desprestigiarte, limitarte o jugar al otro fútbol para ganarte el partido. Suelen cohabitar sobre todo en el ámbito laboral.

Consejo: no te conviertas en un desconfiado por culpa de esta especie. Hay muchas personas maravillosas, con valores, que son como tú. Esperar lo peor de la gente te hará permanecer en continua alerta y no podrás disfrutar de relaciones que pueden ser maravillosas.

Habla bien de ti y di cuál es la autoría de lo que tú haces. No se trata de estar presumiendo todo el día, pero no te escondas por exceso de humildad. Todo lo que no te valoren a ti, se lo valorarán al trepa.

Protégete de lo que sea una amenaza para ti. Estos especímenes amenazan tu equilibrio y bienestar. Por eso es importante detectarlos y tomar medidas oportunas. Nadie puede dirigir tu vida, ni siquiera diciéndote que es por ti. Salvo que pidas opiniones.

Únete a personas que te valoren, que te hagan sentir bien, que te respeten por lo que tú eres. Rodéate de gente a la que admires, con la que te sientas identificado, porque ellos van a influenciar gran parte de tus momentos. 

martes, 5 de septiembre de 2017

Cuenta Contigo, parte 18


18
Licencia para ganar

La gloria es ser feliz. La gloria no es ganar aquí o allá.
La gloria es disfrutar practicando, disfrutar cada día, 
disfrutar trabajando duro, intentando ser mejor
jugador que antes.

Rafa Nadal

La voluntad de ganar es importante, pero la voluntad 
de prepararse es vital.

Joe Paterno


Tener licencia para ganar implica ser valedor de la victoria, merecerla.  Muchas personas se esfuerzan, trabajan, pero en los momentos de presión, cuando están a punto de besar la gloria, la idea de verse ganadores les genera tal ansiedad y miedo, que puede suceder que en ese momento se bloqueen, se encojan y pierdan. Por eso es importante saber que te pueden ganar, pero no puedes dejarte vencer. Si es por actitud, que nadie te deje en el camino.

¿Pero, qué significa ganar? Solemos asociar ganar con el resultado. Pero eso puede resultar frustrante, porque depende del fallo de nuestros rivales. Vamos a contemplar la idea de ganar desde estas otras tres alternativas que nos permiten relacionarnos con la victoria a través de nuestra implicación:
 
1. Lograr o adquirir una cosa; como la honra, el favor, la gracia.

2. Avanzar, acercándose a un objeto o a un rumbo determinados.

3. Mejorar, medrar, prosperar.

En los tres casos, no se trata de ganar la prueba, ni de ganar a alguien. La competición no se establece con el rival, sino contigo mismo. Ganar se define por la capacidad de superarte. Ganas cuando superas tus estadísticas, ganas cuando mantienes el humor en la adversidad o cuando te expresas con claridad. El éxito tiene que estar definido en función de lo que depende de ti. Por que el objetivo no es ganar, sino hacer bien las cosas.

Si planteamos la victoria desde la superación, desde lo controlable, tenemos dos ventajas:

  • Bajar el nivel de frustración que genera invertirlo todo en algo, si a la postre no se alcanza el premio final. El premio se convierte en el camino. Lo que aprendes, que es de lo que debemos ir llenando nuestras mochilas.
  • Responsabilizarnos de lo que ocurre. Ganar ya es algo tuyo y esto te da control. Puedes cambiar los planes de entrenamiento, comer de forma saludable y hacer ejercicio para apoyar el tratamiento de tu enfermedad, puedes hacer muchísimas cosas, y en cada una hay una victoria. Disfrutar y hacer las cosas bien son los objetivos, y estos nos acercan al resultado. Este será consecuencia del trabajo bien hecho.


De esta forma, lo que necesitas para ganar es: convicción, pasión, apostar por tu meta, confianza, planificarte, ser disciplinado, perseverancia, y prevenir y anular los obstáculos.

Convicción  para querer ganar

Merezco ganar. Estoy preparado y siento que este es mi momento. La duda debilita, te hace creer que los demás están mejor preparados. La duda te lleva a compararte, y normalmente pierdes. Tú eres tú, tienes encanto y diferencias respecto a todo lo demás. Por eso debes relacionarte contigo mismo en términos convincentes.

Pasión

¿Cómo vas a ganar si no te entusiasma el proyecto? Es muy difícil entregarte si no amas lo que haces. Para sentir la pasión, contempla lo que te atrae y no prestes tanta atención a lo que te desmotiva.
Si puedes elegir en qué ganar, escoge lo que te apasiona.

Apostar por una meta

Debes correr un poco de riesgo. La vida son decisiones. Nada sucede  si no participas. Recuerda que el objetivo no es el resultado, sino estar preparado para que cuando llegue tu momento, saber competir. Debes desearlo. Y saber que apostar también implica renuncias. Estate preparado para asumir un riesgo.

Confianza

Te da confianza tener todo lo controlable bajo control: antes, durante y después. El “antes” tiene que ver con tu preparación. El “durante” depende de cómo gestionas tus emociones en la competición, en la entrevista, negociando, en un examen… Y también de cómo te hables a ti mismo y de dónde focalizas la atención. ¿Estás pendiente del presente, o de los pequeños errores que vas cometiendo?
El “después” hace referencia al momento en el que repasas qué y cómo lo has realizado. Trata solo de extraer información relevante que te ayude para hacerlo mejor la próxima ves, nada más. Una autocrítica despiadada genera solo angustia. Valora todo aquello de lo que te sientes orgulloso, para poder repetirlo. Cuando termines tu competición, hazte esta pregunta: “¿Perdí o me ganaron?”. Y refuérzate o pon soluciones.

Planificarte

La capacidad de organizarte es fundamental a fin de tener tiempo para la preparación. Muchas personas desean hacer mil cosas pero nunca consiguen nada. No puedes ganar si no le haces un hueco a tu vida, si no lo estableces como una prioridad.

Ser disciplinados

La palabra disciplina suena mal, pero ser disciplinado es la clave para tener éxito. Ser disciplinado implica ser ordenado y cumplir con tus responsabilidades. Es tener autocontrol. Me ayuda a disfrutar de todo, con mesura y serenidad.

Para empezar a ser disciplinado, elige una sola actividad en la que quieras ganar y superarte. Empieza por algo que sea sencillo. Inclúyela en tu rutina, sin forzar. Tendrás que hacerle hueco y para ello renunciar a algo. Y una vez que lo tengas decidido, no flaquees ni un solo día hasta que forme parte de tus hábitos.

Perseverancia

No bajes los brazos ni ante las dificultades ni ante el cansancio. Tienes que aprender a manejar la frustración que genera el fracaso.
Es fácil empezar una nueva rutina, pero en el camino atraviesas emociones desagradables, aburrimiento, falta de motivación y desilusión. Hay quien se frustra y en lugar de esperar un poco más rompe la rutina. De esta forma siente culpabilidad. Y un fracaso más alimenta tu desesperanza, y con ello tardas un tiempo enorme en volver a intentarlo.

No te atormentes, no pasa nada. Tienes que fracasar muchas veces para poder ganar. Y más aún si decides seguir creciendo. Recuerda que para ganar no se trata de plantearlo como un “todo o nada”, sino de ir acercándote poco a poco a la meta. Unos días vas a ganar, y otros, aprenderás.

Prevenir y anular los obstáculos

Una buena manera de ganar es anticiparte a lo que pueda suceder.
No podemos anticiparnos a todo. La vida tiene esa parte incontrolable. Esa imprevisibilidad también permite que estemos más atentos para poder resolver lo que surja en el momento presente.

No pretendas anticiparte a todo. Piensa solo en los tres puntos más importantes, que sean claves en tu proyecto. Esto tiene su término medio. Las personas que intentan controlarlo todo se vuelven obsesivas y al final no disfrutan, se vuelven inflexibles y les genera ansiedad el exceso de control.


Momento libreta….
Prueba a conjugar el verbo ganar, contigo, con tus hijos, con tus alumnos o con tu equipo de trabajo.
¿Cómo se conjuga el verbo “ganar”? una opción podría ser conjugarlo con verbos que hagan referencia a valores. Trabaja tu creatividad y observa lo que sucede:

  • Yo trabajo
  • Tú te esfuerzas
  • Él rinde
  • Nosotros nos comprometemos
  • Vosotros sois intensos
  • Ellos luchan

Tener licencia para ganar es ser competitivo. Con pasión, trabajo, dedicación y apoyo. El que tiene licencia para ganar no tiene excusas, y cuando aparecen obstáculos, decide solucionarlos o no atenderlos si no dependen de su intervención.

Si deseas poder ganar, centra tu atención en lo importante: planificar tu objetivo; mantener la ilusión, la emoción y la pasión; entrenarte; tener capacidad para sufrir; levantarte después de cada caída; ser valiente; tomar decisiones y actuar. Nunca se deja de actuar cuando eres el protagonista de tu sueño. Esta es la victoria, la victoria sobre uno mismo. Decía Aristóteles: “Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”.






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